La segunda persona

No es lo más habitual. No es lo más fácil. Pero cuando funciona, deja huella.

Narrar en segunda persona —ese “tú” que interpela al lector o al propio narrador— crea una cercanía inquietante. Es como si el texto te hablara directamente, como si alguien te contara lo que estás viviendo, aunque tú no lo recuerdes. Produce una sensación extraña, casi hipnótica.

La segunda persona puede usarse para cuestionar, para acusar, para involucrar. También para generar desdoblamientos: el narrador que se dirige a sí mismo como si fuera otro. O para apelar al lector y hacerlo cómplice, incómodo, parte del relato.

No es una técnica fácil de sostener, pero cuando encaja con la historia, funciona como un disparo silencioso.

En esta lección vas a explorar sus posibilidades, sus riesgos y sus matices. Vas a aprender cuándo usarla, cómo mantenerla y qué puede aportar a tu relato.

1. ¿Qué Hace Especial a la Segunda Persona?

La segunda persona rompe la cuarta pared de la literatura. Mientras que la primera persona («yo») es íntima y la tercera («él/ella») es observacional, el «tú» te señala. Puede:

  • Crear complicidad: «Tú sabes de qué hablo».
  • Generar tensión: «Tú fuiste quien dejó la puerta abierta».
  • Provocar reflexión: «¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz?».

Ejemplo cinematográfico:
En Smoke, Harvey Keitel mira a cámara y habla directamente al espectador. El efecto es tan poderoso que, como decía el texto original, algunos espectadores se removían incómodos en sus butacas.


2. Los Peligros del «Tú» Mal Usado

Errores comunes:

  1. El monólogo auto-referencial:
    • «Tú te miras al espejo y piensas: ‘¿Quién soy?'».
    • Problema: Es artificial. Nadie se habla así en la vida real.
  2. El narrador que explica lo obvio:
    • «Tú entras en la habitación. Ves un sofá. Te sientas».
    • Problema: Aburre. ¿Por qué narrar acciones que el «tú» ya conoce?
  3. El desahogo egoísta:
    • «Tú siempre me escuchas, pero nunca me entiendes».
    • Problema: El «tú» es un mero receptor pasivo.

Solución:

El «tú» debe tener razón de ser:

  • ¿Quién habla?
  • ¿A quién se dirige?
  • ¿Por qué ahora?

3. Cómo Usarla con Efectividad

Regla de oro:

El «tú» debe estar implicado en la historia. No es un testigo, sino un participante activo.

Técnicas:

  1. Diálogo a una voz:
    Como en Réquiem con tostadas de Benedetti, donde el narrador (un niño) le habla al amante de su madre muerta. Cada réplica imaginada del «tú» se intuye en los silencios:«Usted seguramente creerá que el Viejo toda la vida fue un bruto. Pero no».
  2. Confesión o acusación:
    • «Tú me prometiste que volverías. Mentiste».
  3. Instrucciones o desafío:
    • «Ahora respira hondo. Sí, tú. ¿Ves? Ya estás dentro de la historia».

4. Análisis de «Réquiem con Tostadas» (Fragmento)

El cuento de Benedetti es un masterclass del uso de la segunda persona. Un niño habla al amante de su madre, revelando una historia de violencia doméstica.

Claves del texto:

  • El «tú» importa: El interlocutor es clave en la historia (fue el amante de la madre).
  • Acciones del «tú»: Se intuyen sus gestos («Ahora estoy seguro de que hice bien. Porque usted está llorando»).
  • Propósito claro: El niño busca comprensión, casi absolución: «Usted la quería, ¿verdad que sí?».

Efecto: El lector ocupa el lugar del «tú» y siente el peso de la confesión.


5. Ejemplo Práctico: «La Llamada»

«Tú levantas el teléfono al tercer tono. Siempre al tercero, como si los dos primeros fueran un ensayo. ‘¿Hola?’, dices. Del otro lado, solo respiro. Ya sabes quién soy. Lo sabes desde que anoche dejaste la ventana entornada y escuchaste mis pasos en el jardín. ‘¿Qué quieres?’, preguntas. Pero en realidad, tú ya lo sabes. Lo sabes desde hace diez años, cuando me prometiste que no dirías nada. Y ahora estoy aquí, recordándote que las promesas se pudren como la fruta olvidada en el fondo del cajón.»

Por qué funciona:

  • El «tú» tiene historia (un secreto compartido).
  • Hay tensión (¿qué pasó hace diez años?).
  • El lector se pregunta: «¿Yo haría eso?».

6. Cuándo Elegir (o Evitar) la Segunda Persona

Úsala cuando:

  • La historia gana intensidad al implicar al lector.
  • Hay una relación poderosa entre narrador y «tú» (amor, culpa, deuda).
  • Quieres crear ironía dramática (el «tú» sabe más que el lector, o viceversa).

Evítala cuando:

  • El «tú» es un artificio sin función narrativa.
  • La historia puede contarse igual en primera o tercera persona.

Conclusión

La segunda persona es como un espejo roto: refleja al lector, pero corta. Exige cuidado, pero su herida vale la pena.