El Humor

El humor no es solo hacer reír. En literatura, es también una forma de ver el mundo, una manera de mirar lo trágico con distancia, lo absurdo con inteligencia, lo cotidiano con ironía.

Usar el humor en un relato no significa escribir chistes. Significa encontrar el tono justo para decir algo serio sin solemnidad, o algo ligero con profundidad. Es una herramienta poderosa: rompe tensiones, revela verdades incómodas, conecta con el lector de una forma directa y memorable.

Pero no es fácil. El humor exige precisión, ritmo, intuición. Y también valor: porque no todo el mundo se atreve a jugar cuando los demás se ponen serios.

En esta lección vas a explorar distintos tipos de humor narrativo: irónico, absurdo, negro, paródico. Y vas a ver cómo incorporarlo sin perder credibilidad, sin forzar el tono, sin traicionar el relato.

Porque reír también puede ser una forma de resistencia.

El humor en la literatura: una mirada que desarma lo solemne

El humor literario no es un chiste extendido ni una carcajada fácil. Es un bisturí que corta la gravedad de lo real para mostrar su costado absurdo, tierno o incómodo. No se trata de restar importancia a los temas, sino de abordarlos desde un ángulo que los vuelva más humanos, más cercanos. Como decía Freud, el humor tiene algo sublime: nos libera de la seriedad sin liberarnos de la verdad.


Claves para entender el humor en la narrativa

  1. Ironía: decir lo contrario para revelar lo obvio
    La ironía juega con la distancia entre lo dicho y lo significado. Un personaje que afirma «¡Qué día tan maravilloso!» mientras se refugia de un diluvio, no solo hace reír: expone la absurdidad de aferrarse al optimismo ciego.
  2. Absurdo: lógica invertida, risa garantizada
    Situaciones que desafían el sentido común, como un hombre que intenta domar una nube con un lazo, revelan lo ridículo de nuestras propias obsesiones por controlar lo incontrolable.
  3. Humor negro: reír en el abismo
    Aborda temas tabú (muerte, fracaso, desastre) con una sonrisa ácida. Imagina a un sepulturero que colecciona epitafios graciosos: «Aquí yace Ramón. Hacia el infinito y más allá.».
  4. Parodia: imitar para cuestionar
    Exagera los clichés de un género o estilo. Una novela de vampiros donde los no muertos padecen alergia al ajo y se quejan del WiFi del castillo, ridiculiza la solemnidad del terror gótico.

Texto ilustrativo: El coleccionista de fracasos

Mi tío Rogelio colecciona fracasos. No los suyos, claro —eso sería vulgar—, sino ajenos. Los encuentra en mercadillos, encuestas de la calle y conversaciones de ascensor. Su favorito es el de una mujer que intentó suicidarse tirándose desde un primer piso y solo se rompió el tacón. «Poético», dice, mientras guarda el recorte en un álbum forrado en terciopelo verde.

La joya de su colección es el intento fallido de un ladrón que quiso robar un banco con una cuchara de sopa. El tipo argumentó que, según las películas, cualquier objeto puede ser arma si lo blandes con convicción. Rogelio enmarcó la foto del detenido y la colgó sobre la chimenea, entre un cuadro de su abuela y un reloj que nunca dio la hora correcta.

Ayer, mientras clasificaba un divorcio por incompatibilidad de horóscopos, me confesó: «Los éxitos son aburridos. Todos se parecen. Pero un buen fracaso… ah, eso tiene alma». Y rió tan fuerte que se le cayó el vaso de vino sobre la única alfombra que le quedaba intacta.


¿Dónde está el humor aquí?

  • Ironía: La obsesión por los fracasos ajenos contrasta con la normalidad de coleccionar éxitos.
  • Absurdo: Valorar un intento de robo con cuchara como «obra maestra».
  • Humor negro: Tratar el suicidio fallido y el divorcio como objetos de colección.
  • Parodia: Imitar el tono solemne de un coleccionista de arte, aplicado a lo trivial.

Este relato usa el humor para hablar de la obsesión humana por lo imperfecto, convirtiendo lo trágico en cómico sin perder profundidad.


Consejo final: El humor en literatura es como una lupa deformante. No miente, pero exagera las grietas de lo real hasta que nos vemos obligados a reír… o a pensar. A veces, las dos cosas.

«Reírse de todo es de tontos; no reírse de nada, de cobardes» —Adaptación libre de Cortázar.